Las autonomías nos han traído beneficios pero también incontrolados perjuicios. ¿Por qué un andaluz ha de pagar el impuesto de sucesiones que en otras regiones españolas no se paga? ¿Y por qué, además de estrechar la autonomía del médico al forzarlo a recetar fármacos “genéricos”, se le obligará en adelante a elegir el medicamento más barato –no el más indicado—entre los homologados por los burócratas del SAS? No es cobrándoles impuestos particulares a los ciudadanos o estrujando a los pacientes cómo ha de “recortar” la Junta su despilfarradora gestión. Quienes ponen a la autonomía en peligro no son sus críticos sino sus malos gestores.