La cabeza del pez
Llámenle corrupción, agio, peculado o como gusten, lo cierto es que no hay modo ya de defender al carácter aislado de la corrupción . Tomen el caso Dívar, por ejemplo, un presidente de consenso, que llegó precedido de una rara fama de integridad moral, y habrán de convenir que –al margen de que la saña…