Ahora dice la consejera andaluza de Igualdad y Bienestar Social, Micaela Navarro, que ella nunca ha acusado a Canarias ni a nadie de enviarnos remesas de niños inmigrantes, peloteados entre comunidades sin la menor consideración. No sabemos, pues, siquiera, quién manda esos niños que aparecen aquí con una mano detrás y otra delante, pero no es difícil conjeturar –como en un primer momento hizo nuestra mandataria—que han de enviarlos desde las autonomías donde los tienen y no los quieren. Por ejemplo, Canarias, que ciertamente no es la primera vez que perpetra esa maniobra, con la aquiescencia del Gobierno. Es una vergüenza este tráfico de desdichados, pero cuando afecta a menores constituye una conmovedora tragedia.